Este 8 de marzo queremos crear conciencia sobre cómo para millones de niñas de todo el mundo, la menstruación supone vergüenza, confusión y estigma. No tienen a nadie con quien hablar y no tienen acceso a productos de higiene.
Niñas de Brasil, Honduras, Sri Lanka y Togo nos cuentan cómo la ayuda de Compassion ha impactado su experiencia y sus vidas.
En algún lugar del mundo, una chica empieza a sentir dolor de barriga; es raro, nunca le había dolido así. Entonces va al baño y descubre lo que ha ocurrido. Esta es una escena con la que casi todas las mujeres pueden identificarse pues les ha ocurrido en algún momento de sus vidas.
Sin embargo, lo que diferencia la historia de cada mujer son las preguntas que llegan después: «¿Qué me está pasando?» «¿A quién se lo cuento?» «¿Qué hago ahora?».
Para algunas chicas, son preguntas fáciles de responder. Están preparadas para este día. Se sienten seguras y protegidas. Sin embargo, para muchas otras, su primera menstruación puede traer consigo desesperación. Así se sintió Adrienne en Togo, «me sentí tan conmocionada. No sabía nada sobre el asunto y me daba vergüenza preguntar».
En Brasil, la desesperación también fue la reacción de Maria Rita. Tenía 12 años cuando tuvo que averiguar qué le pasaba a su cuerpo.
En Sri Lanka, las compresas se consideran un artículo prácticamente de lujo. Muchas familias prefieren gastar su dinero en comida o artículos de primera necesidad que en "problemas de mujeres". Realidad que Adrienne vive en su comunidad en Togo.
Además de las limitaciones físicas, las niñas se enfrentan al estigma. En Brasil, cuando una chica está menstruando, utilizan una expresión que hace referencia a la "pocilga": son consideradas sucias.
Cuando la directora del centro de Compassion, Wendy, recorre su comunidad en Honduras, es testigo de cómo la menstruación sigue siendo un tema tabú: «Los padres no se sienten cómodos hablando con sus hijas. Esta falta de información y educación da lugar a problemas mayores como un alto nivel de embarazo adolescente», dice.
«Los ancianos dicen que no podemos comer sandía o piña cuando menstruamos. Tampoco andar al sol o descalzas», dice María Rita.
A un continente de distancia de María Rita, Adrienne se enfrenta a una realidad similar en Togo: a las niñas se les impide realizar muchas actividades cuando tienen la regla.
El estigma no solo afecta a las actividades sociales de las niñas, sino también a su educación. Según ActionAid, cerca del 50% de las niñas en edad escolar no tienen acceso a productos de higiene menstrual en Kenia. En Ruanda, muchas niñas pierden hasta 50 días de escuela cada año debido a la pobreza y el estigma del periodo.
La manera de combatir la desesperación y el estigma es con conocimiento y empoderamiento.
La primera menstruación de Monserrath no fue sorpresa para ella porque su madre y los voluntarios del centro ya le habían hablado de ello. Cuando Adrienne pensó que los cambios de convertirse en mujer la limitarían, encontró educación, protección y empoderamiento en su centro en Togo.
En el centro de Maria Rita en Brasil, hay un grupo para niñas donde las educan sobre la pubertad. Gracias a ello empezó a ver la menstruación como un proceso normal en la vida de las niñas.
«No sé qué hubiese sido de mí, si no fuera por el centro. En nuestro grupo de chicas, aprendemos todo sobre ser mujer», dice. «Cuando necesitamos productos de higiene, sabemos que siempre podemos venir y pedirlos».
Respaldar a las niñas en las dificultades de la menstruación es también respaldar su confianza en sí mismas, sus sueños y su futuro. La menstruación no debe impedir que alcancen todo su potencial.
Cuando Adrienne solo podía ver las limitaciones de ser mujer, su centro le ayudó a comprender que ni la pobreza ni la regla podían impedirle convertirse en alguien con un futuro brillante.
«Me enfadaba con Dios, preguntándole por qué me había hecho chica. Pero gracias al centro cambié de opinión», dice. «Ahora doy gracias a Dios por haberme hecho chica. Sin el apoyo del centro habría abandonado la escuela hace tiempo».
Si antes María Rita se odiaba a sí misma por ser chica, ahora le encanta ser un ejemplo para las demás. «Ya no me siento avergonzada. Me encanta ser mujer, y quiero que la gente respete a las mujeres. Quiero ser abogada o jueza y ser un ejemplo para otras chicas», dice.
A Monserrath nada puede detenerla: «Cuando pienso en mi futuro, me imagino como médico y hablando cinco idiomas. También quiero ser defensora de los derechos de los niños y las mujeres».
En algún lugar del mundo, una niña se despierta por la mañana sabiendo que el día será duro. Se ducha, se viste, abre un paquete de compresas y mete algunas en la mochila. El día será difícil no por la regla, sino porque tiene un examen importante y ¡un partido de fútbol que ganar!
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