Cuando las niñas abandonan la escuela, corren el riesgo de convertirse en niñas esposas, en ser madres antes de tiempo, de sufrir abusos y de quedar atrapadas en el ciclo de la pobreza.
La mutilación genial femenina, la pobreza menstrual, el tráfico de personas y el matrimonio infantil. Todas estas problemáticas contribuyen a agravar el problema de las niñas en situación de pobreza: la interrupción de su educación.
El COVID-19 ha exacerbado esta crisis de aprendizaje para las niñas. Hasta 130 millones de niñas ya habían abandonado la escuela antes del COVID-19. Para finales de 2020, se estima que 11 millones más de niñas no regresaron a la escuela.
La escolarización de las niñas es importante. La ventaja económica de la educación es evidente: cada año adicional de escuela primaria aumenta el salario futuro de una niña hasta en un 20%.
Pero más que un aumento de los ingresos, las escuelas también ofrecen a las niñas un lugar de refugio y seguridad durante su infancia y adolescencia.
Las escuelas proporcionan a las niñas apoyo social, mental y emocional y, en muchos lugares, comidas gratuitas. Y sobre todo, la educación puede ayudar a las niñas a salir de la pobreza generacional y a alcanzar todo su potencial.
Entonces, ¿por qué las niñas pobres se quedan en casa sin ir a la escuela? Algunas simplemente no tienen acceso a una escuela en su comunidad. Pero también sabemos que, en tiempos de crisis, las niñas suelen ser las primeras en abandonar la escuela y las últimas en regresar, si es que lo hacen.
Pueden tener que quedarse en casa para cuidar de sus hermanos menores y realizar las tareas domésticas. Pueden verse obligadas a trabajar o casarse por motivos económicos o culturales.
Algunas se quedan embarazadas o carecen de los recursos necesarios para gestionar adecuadamente sus periodos en la escuela. En muchas situaciones, los padres de una niña pueden no apoyar su educación continua, reforzando ciclos generacionales de pobreza que no son fáciles de romper
El programa de apadrinamiento de niños de Compassion ayuda a eliminar los obstáculos que impiden a las niñas completar su educación. En el caso de Fatoumata, de Burkina Faso, el apoyo de Compassion, su padrino y su iglesia le ha ayudado a convertirse en la primera persona de su familia en asistir a la universidad.
Le apasiona ver a otras jóvenes superar sus circunstancias para llegar a ser todo lo que pueden ser.
«Nunca hay que renunciar a la educación, especialmente la de las niñas. Hay un dicho que dice que educar a una niña equivale a educar a una nación. La educación es la clave para que los niños desarrollen las habilidades que Dios les ha dado», dice Fatoumata.
La magnitud de los problemas que afectan a las niñas en situación de pobreza es muy grande.
Pero servimos a un Dios que es más poderoso que estos obstáculos, un Dios que está tan interesado en devolver la esperanza a la vida de una niña individual como en derrotar todas las formas de pobreza e injusticia en cada lugar. Un Dios que envió a su único Hijo Jesús para ser la luz en las tinieblas (Juan 12:46) y una siempre presente ayuda en las dificultades (Salmos 46:1).
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