En una pequeña aldea de Etiopía, un centro Compassion imparte cursos profesionales para chicas y chicos que han nacido en pobreza. ¡Un nuevo mundo de posibilidades frente a ellos!
Arerti es un pequeño pueblo en el corazón de Etiopía, rodeado de polvorientos caminos y pequeños campos de cultivo.
Aunque no tiene grandes centros educativos, los chicos y chicas hacen lo posible por sacar adelante sus estudios. Sin embargo, las limitadas oportunidades y la ausencia de modelos de conducta dificultan su avance.
Y aunque la mayor parte de la población entiende que solamente se puede salir de la pobreza extrema a través de la educación, los jóvenes no tienen dónde recurrir para poder formarse para el futuro.
Pronto, muchos de ellos abandonan la escuela para ayudar a sus familias en la agricultura o emigran a otros lugares en busca de mejores oportunidades.
Sin embargo, desde que Compassion comenzó a trabajar con la iglesia local para crear un centro infantil, han surgido nuevas oportunidades para ellos.
Todas las mañanas, un grupo de niños y niñas camina hacia el centro. La población local está acostumbrada a sus voces y a sus risas. Hay un ambiente de alegría, pues estos jóvenes estudiantes saben que se les ha dado una nueva oportunidad.
Negash, director del centro, afirma: «Nos hemos esforzado mucho por ayudar a los niños a imaginar un futuro con grandes posibilidades. Invertimos en su educación y les motivamos para que se comprometan con sus estudios. Nos aseguramos de que su potencial no se vea obstaculizado por la falta de recursos».
Además de proporcionar apoyo escolar, el centro organiza cursos de formación profesional para mejorar las habilidades de los estudiantes y sus posibilidades en un futuro laboral.
Por ello, el centro imparte ahora varios cursos de formación profesional: carpintería, bordado, informática y estética.
«Hoy tengo muchas más posibilidades», dice Eyerus, una chica de 16 años. «Trabajo duro para hacer realidad mis sueños. Estoy asistiendo a un curso de sastrería en el centro para poder trabajar y ayudar a mi madre. Me siento muy privilegiada de recibir esta formación».
Fasigu, otra alumna del centro añade: «Mi madre está orgullosa de ver lo que hago en el centro. Hice una funda de almohada con bordados y la llevé a casa. Mi madre siempre habla de eso con sus amigos y vecinos. Sé utilizar la máquina de coser, no hay mucha gente que sepa hacerlo en mi pueblo».
El aprendizaje de una profesión no sólo garantiza un futuro mejor, sino que refuerza la autoestima de los jóvenes y les hace creer que pueden hacerlo.
Negash añade: «Las chicas y los chicos que reciben formación profesional y se han graduado tienen confianza en sí mismos y son más competitivos en el mercado laboral».
La formación profesional ha abierto las puertas a los estudiantes y les ha dado la oportunidad de adquirir una amplia gama de habilidades.
Eyerus y Fasigu, junto con sus compañeros, no se pierden ninguna clase en el centro y se esfuerzan por poner en práctica lo que aprenden.
Eyerus nos cuenta: «Es verdad que nací en la pobreza, pero gracias a la ayuda de Compassion, estoy agradecido de formar parte de un programa que me da una ayuda real y práctica para mi vida».
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