Faith*, como muchas otras niñas en Kenia, recibe la noticia de que tiene que pasar por la mutilación genital femenina. Ella les ruega y les pide que no lo hagan, pero sus padres han decidido que debe casarse ya. Entonces recibe la esperanzadora noticia de que hay un lugar donde la pueden ayudar, y decide huir.
En un matorral junto a la polvorienta carretera, Faith*, de 10 años, examina sus opciones. Qué árbol será el más seguro para pasar la noche?
Se hace cada vez más oscuro y ella mira nerviosa todo lo que la rodea. Una hiena, un león, sus hermanos mayores... no está segura de qué la asusta más.
Elige un robusto árbol y clavando los pies en las ramas más seguras, comienza a subir. Con el sólido tronco ya contra su espalda, cierra los ojos aliviada.
Se encuentra en el norte de Kenia, rodeada de la densa naturaleza y sola, salvo por los depredadores que parecen acechar aquel lugar. Pasa la larga noche entreabriendo los ojos en la oscuridad siempre alerta al oír cualquier ruido.
Pero se niega a bajar y volver a casa. El peligro allí es mucho más aterrador.
"En nuestra comunidad, cuando una niña llega a los nueve años, la someten a la mutilación genital femenina y luego la casan. Por eso, cuando mis padres me dijeron que me iban a hacer eso, me escapé y me escondí en el monte", explica Faith.
Al volver a casa, mis hermanos me amenazaron con pegarme. Escapé para siempre.
"Conozco a chicas de mi edad que fueron sometidas a la MGF y que ahora parecen ancianas debido a su difícil vida y a la depresión que sufren", dice Faith.
La mutilación genital femenina (MGF), practicada por los "cortadores" tradicionales o incluso por profesionales médicos, es un ritual de gran brutalidad.
Consiste en la extirpación parcial o total de los genitales femeninos externos por razones no médicas. Suele practicarse a las niñas antes de los 15 años, y a veces a bebés.
Cada año, alrededor de 4 millones de niñas como Faith corren el riesgo de sufrir la ablación. Las consecuencias son inminentes y de por vida. Infecciones, dolor crónico, dificultades para orinar, infertilidad, traumas psicológicos e incluso la muerte.
A pesar de ser ilegal en la mayoría de estos países, la MGF continúa practicándose en África occidental, oriental y nororiental, así como entre inmigrantes residentes en lugares como Australia, Canadá, Europa y Estados Unidos. La MGF y el matrimonio infantil suelen ir de la mano.
"Intenté suplicar a mis padres que no me casaran, pero se mantuvieron inflexibles", dice Faith. "Mi mayor temor era no poder ir al colegio, y tenía miedo de convertirme en la tercera o cuarta esposa de un hombre mayor".
Oyó rumores esperanzadores de una escuela primaria a 100 kilómetros de distancia que ofrecía refugio a niñas en su situación. Con su futuro estrechándose ante sus ojos, Faith huyó. Tras una semana de camino, pálida de cansancio, llegó a la puerta de la escuela. Decenas de niñas jugaban en el patio. Una a una, se pararon a observarla.
Con su tradicional falda de piel de cabra, su chaleco y sus abalorios, Faith destacaba entre las niñas vestidas con sus impecables uniformes escolares.
Pero esas niñas supieron enseguida lo que tenían que hacer. Condujeron a Faith al interior de la escuela, para conocer a Florence. Ahora Faith estaba a salvo.
*Nombre cambiado por motivos de seguridad.
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