Después de casi dos años de restricciones, los niños de Honduras están muy contentos de volver juntos a su centro Compassion. La reapertura ha sido celebrada con gran alegría.
«Echábamos de menos a los niños jugando y riendo aquí en nuestro centro. Estamos muy contentos de verlos de nuevo entre nosotros» afirma Ernestina, responsable de un centro Compassion en Honduras.
En enero de 2022, después de casi dos años, las puertas del centro se reabren para la vuelta al colegio. ¡Se palpaba la emoción!
Globos, música, confeti y los rostros sonrientes de los trabajadores del centro, listos para dar la bienvenida a los más pequeños.
A pesar de las restricciones sanitarias y de tener que lavarse las manos con frecuencia, la jornada estuvo repleta de alegría con los niños como protagonistas.
«Por fin, nuestras aulas ya no están inmersas en el silencio. Incluso los vecinos del barrio se alegran de oír a nuestros niños cantar y jugar. Estamos muy contentos de tenerlos de vuelta», explica Paola, profesora del centro.
La reapertura del centro coincide con el nuevo año escolar, por eso, los trabajadores y voluntarios han redecorado las aulas para que los niños disfruten este nuevo comienzo como una celebración.
«Me gusta mi aula porque ahora es más colorida y hay posters grandes en las paredes con personajes bíblicos como el rey David. También han plantado palmeras nuevas para poder sentarnos a la sombra», cuenta Britany, una niña de siete años.
Según la normativa sanitaria, los niños no pueden quitarse la mascarilla mientras están dentro del edificio del centro. Por lo tanto, las comidas y los alimentos se entregan directamente a las familias.
«Estoy muy agradecida de la ayuda que recibimos cuando vengo a recoger a mi hija. Hemos pasado momentos muy difíciles, pero Dios ha provisto para nuestras necesidades a través del centro Compassion», afirma Rosa, madre de Britany.
Aunque el centro se cerró para evitar la propagación del virus, nuestros trabajadores nunca dejaron de atender a los niños.
Cada semana, niños de todas las edades podían acudir al centro para recoger alimentos, kits de higiene, regalos de cumpleaños, material escolar y recibir revisiones médicas. Pero a pesar de que seguían haciendo alguna visita, estaban deseando poder volver a las clases como antes.
«Al principio era muy difícil: los niños se tenían que quedar fuera de las aulas, tristes, mientras miraban sus pupitres vacíos», añade Ernestina. «Rápidamente entendieron que en casa estaban más seguros y que volverían pronto al centro».
«Los contagios estaban aumentando en nuestra comunidad. Enseñamos a los niños buenas prácticas de higiene y ellos los compartían con sus seres queridos», cuenta Cesia, profesora del centro.
Al final del día, durante los últimos minutos de las clases, los padres empiezan a llegar al centro. Mientras los esperan a la sombra de los árboles, sonríen al escuchar las oraciones de sus pequeños momentos antes de salir de clase.
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