Ambrocia y sus hijos tenían que ir al estanque todos los días a buscar agua para cocinar, beber, limpiar y lavarse. Los pequeños sólo podían bañarse una vez a la semana.
La estación de lluvias llega trayendo gran alegría para mamá Ambrocia. Apenas comienzan a caer las primeras gotas, prepara los cubos y recipientes para llenarlos de agua limpia.
Sin embargo, en la estación seca, debe ir en búsqueda de fuentes de agua caminando a través de las empinadas colinas, abriéndose paso entre las plantas espinosas y los cactus. Este viaje lo hace todos los días, sola o con sus hijos.
Cochabamba, en Bolivia central, es unas de las zonas más áridas. La situación es muy crítica en la periferia, donde no hay instalación de tuberías. A menudo, la única solución es sacar agua de los arroyos o estanques.
«A veces llegan camiones con tanques de agua potable, pero un barril cuesta demasiado. Necesitamos agua para cocinar, beber, lavar y limpiar. Como no tenemos suficiente dinero, el agua del estanque es la única disponible», cuenta mamá Ambrocia.
Muchas veces, sus hijos se meten en el estanque. Pero aunque el agua es clara después de los primeros días de lluvia, se vuelve sucia y fangosa con el paso del tiempo.
«Sé que el agua del estanque no está limpia, pero a menudo es lo único que tenemos. Cuando el agua está clara, aprovechamos para bañarnos», dice Saith de 10 años.
Hoy, esta familia ya no se encuentra sola enfrentando estos problemas. Tres de los hijos de Ambrocia están inscritos en el programa de apadrinamiento de Compassion y reciben ayuda para todas sus necesidades básicas.
«A veces no tenemos dinero pero el centro nos ayuda. También recibimos como regalo una carretilla para transportar y vender fruta», cuenta Ambrocia. «Mis hijos son mi bendición, y el centro nos ayuda incluso con la alimentación».
Hace poco, los voluntarios del centro Compassion donaron a esta familia una cisterna para recoger agua de lluvia, ayudando a poner fin a los interminables viajes de los niños al estanque.
Noelia, una de las niñas, sabe que este regalo ha marcado la diferencia para la salud e higiene de su familia.
«Ahora nos duchamos en casa y podemos hacerlo más veces a la semana. Antes podíamos lavarnos solo una vez a la semana, cuando íbamos al río. Me encanta tener agua cerca de casa, ¡ahora puedo lavarme los dientes todos los días!», cuenta.
«En el centro nos han enseñado que tenemos que cuidar el agua del planeta: es un regalo de Dios y es un recurso muy valioso y necesario para vivir».
Saith, de 10 años, añade: «En el centro he aprendido que debo lavarme los dientes, las manos y la cara. Por eso es tan importante el agua. Antes no podíamos hacerlo a menudo».
Ambrocia y su familia están agradecidos de poder tener acceso diario al agua, a pocos metros de casa. Ahora andar al río o al estanque se ha convertido en una actividad de diversión y de paseo.
El agua es esencial para vivir, y es muy difícil imaginar vivir sin agua. Por eso, Ambrocia, junto con sus hijos, no puede dejar de dar las gracias. Con lágrimas de gozo, ¡da gracias a Dios por este valioso regalo!
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