Muchas familias, como la de Alongkorn, de 10 años, pasaban hambre debido a las consecuencias de la pandemia. Hoy, gracias a una iniciativa de Compassion, ¡hay suficiente comida para todos!
Con la salida del sol, Alongkorn se despierta y se prepara para comenzar el día.
Cada mañana, con tan solo diez años, se levanta temprano para ir al huerto familiar. Vive con sus padres y dos hermanitos en Mae Nin, una pequeña aldea rural sumida en la pobreza.
Hace cuatro años, cuando la iglesia local comenzó a colaborar con Compassion, Alongkorn fue uno de los primeros niños en ser inscrito en el programa de apadrinamientos.
Sin embargo, con la llegada de la pandemia a Tailandia, el centro Compassion tuvo que ser cerrado temporalmente..
Los jornaleros, como los padres de Alongkorn, fueron los más afectados por las consecuencias de la pandemia. Son familias que no se pueden permitir ahorrar dinero ni almacenar alimentos.
«El primer año de pandemia fue durísimo. Nuestros hijos están en pleno crecimiento y necesitan alimentarse», cuenta el padre, Aphitarn.
Gracias a la gran generosidad de los padrinos y donantes del Fondo Emergencia de Compassion, conseguimos que los niños en situación de vulnerabilidad continuasen recibiendo el alimento necesario para poder mantener una buena salud.
«Estoy realmente agradecido de haber podido ayudar a los niños con reservas de alimentos, pero tuvimos que cambiar de estrategia», explica Somdet, enseñante del centro Compassion.
«¿Cuánto tiempo durará la pandemia? Nadie lo sabe, pero si los niños y las familias continúan teniendo necesidad, ¿por qué no enseñarles a producir su propio alimento? Por este motivo decidimos ayudarles a elaborar su propio huerto».
El centro seleccionó 50 familias entre las más pobres, entre las que se encuentra la familia de Alongkorn, para ofrecerles formación y ayuda para la puesta en marcha de nuevas iniciativas agrícolas.
«Al principio no fue fácil. Solo teníamos un pequeño terreno para cultivar un poco de arroz», cuenta Aphitarn.
Su familia acude a un curso de formación organizado por Compassion: con la ayuda de los colaboradores han preparado el terreno, plantado nuevas hortalizas y han construido un establo para cerdos y patos.
«Los primeros meses fueron los más difíciles. Estaba desanimado porque no veía ningún fruto. Sin embargo, los trabajadores de Compassion venían a vernos y nos animaban a no rendirnos», dice Aphitarn.
Después de seis meses, la familia de Alonkorn ha descubierto una forma nueva de cultivar de forma sostenible, utilizando abono natural y alimentando a sus animales con residuos agrícolas. Después de un año de cultivo y cría, la familia de Alonkorn ve los frutos de su trabajo.
Ahora, sus padres alimentan a la familia, y venden el resto. Y también, de forma generosa, donan un poco de verdura al centro Compassion para ayudar a los necesitados.
«Me encanta levantarme temprano todas las mañanas a recoger los huevos de nuestros patos. Mi hermana y mi madre recogen las verduras y las venden de casa en casa. Estoy muy feliz de poder ayudar a mi familia», dice Alongkorn, con una gran sonrisa.
Ahora, su padre tiene una fuente de sustento segura. Ya no tiene que viajar lejos para buscar trabajo. ¡El nuevo huerto mantiene a su familia unida!
«¡Estoy tan agradecido! El centro ha ayudado a mi familia a tener alimento diario. Tenemos muchas verduras y huevos: mis hijos ya no volverán a pasar hambre»..
«Estoy agradecido a Dios: la idea de crear granjas sostenibles era un gran riesgo. Sin embargo, la fidelidad de Dios ha dado resultados y esta uniendo a las personas», añade Somdet, «Las plantaciones han traído nueva esperanza a las familias de los niños».
Hoy, muchos niños y familias como la de Alongkorn producen su propio alimento, tienen bastante para vender y donar al centro para otras familias con necesidad.
«Gracias a Compassion, nuestra granja se ha hecho realidad», explica Aphitarn. «Solos no hubiésemos podido ¡Gracias!».
Con tu ayuda, podemos darle a un niño la oportunidad de recibir ayuda y apoyo.
Apadrina ahora: juntos, podemos marcar la diferencia.
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