Carla y Alberto visitan a Doljai

Conocer a Doljai ha significado mucho más que encontrarme cara a cara con la niña que apadrino; ha sido emoción, compartir, cultura y descubrimiento.

El centro al que asiste Doljai se encuentra cerca de Chiang Rai, una de las provincias en el norte de Tailandia. Este centro abrió hace tan solo un año y en este momento ya atiende a cien niños de la comunidad rural de Baan Tha Kor Sor.

Mi marido y yo hemos sido los primeros padrinos que han visitado este centro y la emoción, no sólo de la niña, sino también del pastor y del personal del centro, era tangible.

Carla y Alberto visitan a Doljai en Tailandia

El día que fuimos a visitar el centro llovía torrencialmente, como es común durante la estación de las lluvias; algunos niños curiosos nos observaban desde lejos, protegidos bajo sus chozas, y el personal del centro estaba listo para recibirnos con alegría.

En el centro trabajan tres miembros de la iglesia y el pastor; que se ocupan de los niños, los cuales reciben lecciones sobre los cursos de la escuela, controles médicos frecuentes, lecciones sobre la higiene, la alimentación equilibrada y… ¡hasta cursos de guitarra y costura!

En el centro también estaba esperándonos Doljai, la niña que apadrino. Llevaba un vestidito precioso, tradicional típico de su tribu, los Akha, igual al de su mamá… era estupenda… ¡Conocerla ha sido maravilloso!

No hay palabras para describir esos momentos, no sólo porque las palabras no fueron las protagonistas, sino porque además aquel momento fue simplemente precioso.

Carla y Alberto visitan a Doljai en Tailandia

Después de visitar el centro, tuvimos el gusto de comer con el personal y con Doljai, su hermana menor y su madre. El arroz, el pollo y las salsas tailandesas acompañaron las miradas tímidas de Doljai y las mías… Así hemos comenzado a conocernos, discretamente, como muchas veces nos sugiere la propia Tailandia.

Para después del almuerzo el personal había preparado una actividad muy bonita para hacer juntos. Doljai y yo bordamos un dibujo cada una para regalárnoslo mutuamente. Lo guardo con mucho cariño sobre el escritorio de mi habitación, y cada vez que lo miro pienso en esa mirada dulce y en esa vocecita tímida que me lo dio con tanto afecto.

Al final pudimos visitar el pueblo y ver la casa donde viven Doljai y su familia. Nos hicieron entrar en su choza de bambú, que estaba abierta por los cuatro lados. La familia suele recolectar el arroz que cultiva en los campos. ¡Parecía como si estuviéramos en el palco de un teatro! Toda la gente del pueblo nos observaba con ojos curiosos y nos sonreía, cómplices de nuestra experiencia, los niños pedían con timidez que les sacáramos fotos y las mamás mostraban orgullosas a sus pequeñitos.

Carla y Alberto visitan a Doljai en Tailandia

El momento que recuerdo con más emoción fue cuando Doljai se puso a jugar con las burbujas de jabón que le había llevado como regalo: sus ojos… su inmensa sorpresa cuando veía las burbujas aparecer cuando soplaba… su alegría y la risita que se le escapaba involuntariamente, quedarán para siempre grabadas en mi memoria y harán que mi corazón palpite, porque ¡nunca había visto tanto gozo gracias a tan poco!

Marcel Proust decía: "El verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos caminos, sino en tener nuevos ojos".
Carla

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